Por Cristina Sánchez
La humanidad se ha esforzado por crear los sistemas sociales, desarrollar las tecnologías y descubrir las leyes de la naturaleza universal que contribuyan a su mejoría y bienestar en lo económico, en lo social, político, …
y parece haber encontrado el modelo conceptual que le llevaría a ello, el Estado de Derecho. Logrado el desarrollo que podría proporcionar la cimentación de esas aspiraciones, la realidad, poco se cumple con los pactos nacionales e internacionales que garantizan la dignidad humana y millones de personas son tratadas y sometidas a algún tipo de esclavitud, miles de millones sufren hambre y carecen de los recursos elementales y a la mayoría le son vulnerados los derechos humanos, por su condición de género, de pobreza, de etnia, religión, opciones y preferencias sexuales o estilos de vida que no dañan a otros. El cambio deberá fomentar la inclusión y cohesión social, para lograr una cultura nueva, basada en las comunicaciones, el entendimiento, la comprensión, la colaboración, la distribución justa de los recursos, la abundancia al servicio de todos y todas. En síntesis los cambios que se avistan con la transnacionalización de la indignación ante la injusticia, sin dudas conducen a una sociedad más sabia.